jueves, 18 de septiembre de 2008

Escaladores en Cuenca un día lluvioso.

_Hola ¿qué dice la previsión?
_Qué el sábado es bastante probable que llueva y que el domingo lucirá el sol
_¿Vamos?
_¡Pues Claro!
_¡Yupi!
-¡Yupi!

y tras está sesuda deliberación un lluvioso sábado por la mañana nos subimos en el "Pollito" arribando a nuestra querida Cuenca dos horas más tarde con algunas diferencias en un guión que por habitual ya interpretábamos de carrerilla.

- Yo no he visto la Ciudad Encantada
- Y yo no he visto el Museo de Arte Abstracto Español

Entre Cuenca city y la "Ciudad Encantada" hay, a ojo de buen cubero, unos 30 Kms. Durante su trayecto el día se mostró neblinoso, frío... otoñal, el verano daba sus primeros síntomas de agotamiento y parecía haberse tomado libre el fin de semana...

De camino paramos en el "Ventano del Diablo", un espectacular mirador al que se llega tras un paseito de 5 minutos. Literalmente transcribo esto que he encontrado por la red:

"Famoso mirador que Lucifer tiene en los montes de Castilla: el Ventano del Diablo de la sierra de Cuenca, una peña hueca y abovedada como un enorme cráneo, donde, según la conseja, Belcebú organizaba saraos brujeriles y defenestraba a los curiosos que se acercaban a mirar por sus dos ventanas abiertas al patio vertiginoso del Júcar."...

Sin comentarios. Lo cierto es que las vistas sobre el cañón del Jucar son espectáculares y que el lugar merece una visita. Desde la esplanada que sirve de parking existe un acceso al fondo del barranco por el que vimos bajar a varios grupos con la intención de hacer su descenso. Igualmente eran muy visibles algunas pozas de aguas turquesa en las que quizás, el próximo verano, nos demos el gusto de regalarnos un baño.
A la Ciudad Encantada llegamos poco después, el día era neblinoso, ya no llovía y envolvía todo en una atmósfera misteriosa... Quizás la más apropiada para darse un paseo por el parque. La entrada son casi 3 euros, y como Gema y yo pecamos de austeros, nos lo pensamos un poco, finalmente aflojamos la pasta y no nos arrepentimos. A penas había nadie, la bruma no era tan espesa como para no apreciar las caprichosas formas que la erosión ha ido tallando en la roca caliza a lo largo de los años y la temperatura era agradable si permanecíamos en movimiento... No nos arrepentimos de haber ido, de estar allí... Sí, de ser tan tacaños por no haber invertido en una cámara de fotos y de no poder inmortalizarnos ese día, en ese lugar en ese momento de nuestras vidas.

Aprovechamos la visera de un hongo para dormir una placida siesta guarecidos del chirimiri que aveces nos regalaban las nubes... dormimos poco pero de manera muy profunda y retornamos a Cuenca.



La siguiente parada, fue el Museo de Arte Abstracto Español, este museo inaugurado el 1 de julio de 1966, está instalado en las Casas Colgadas de Cuenca -propiedad del Ayuntamiento de la ciudad- y a cargo de la Fundación Juan March, en un emplazamiento que lo hace quizás único en el mundo de los museos de arte. Desde su nacimiento, se le consideró por el fundador del célebre MoMA de Nueva York “el museo pequeño más bello del mundo”.

Gema ya lo conocía de una visita anterior, y si yo estaba allí con ella, era porque dejó huella en sus retinas... La verdad es que me gustó ir, el museo está dispuesto con gusto y algunas de las obras son merecedoras de el marco en el que se muestran... otras... ya se sabe, a criterio de cada cual. Siempre cabe aquello de decir que como no entiendo de arte... aunque ¿El arte hace falta entenderlo?

Con todo, lo que si es auténtico Arte, son las calles de la Cuenca antigua, cada rincón es digno de una postal, cada calle una delicia pasearla... El último sol de la tarde lucía como si nunca se hubiera ausentado y, con la certeza de un domingo de estabilidad atmosférica, nos retiramos al bosquecillo de la carretera de Valdecabras, donde tras montar la tienda cenamos y nos dispusimos a acumular toda la energía posible para despilfarrarla escalando en la infinita oferta rocosa que regala esta ciudad.