lunes, 14 de julio de 2008

La Catedral del Mar

Leer dos libros consecutivos relacionados con catedrales podría parecer indicar cierta afición al tema catedralicio, a la historia medieval, al arte o a la historia-ficción... y no es así, al menos no en principio. Su lectura es fruto de la casualidad y de la generosidad de mis padres (Pilares de la Tierra) y de mi hermana durante estas Navidades.

Como dije en su momento, "Pilares" no me dejó ninguna gana de acometer su segunda parte, "Un mundo sin fin", ni su estilo narrativo ni la trama logró más allá de entretenerme durante los 4 ó 5 días que me llevo su lectura, de hecho, considero a "Pilares" como un libro netamente sobrevalorado.

No tenía ganas de ponerme de nuevo a leer y sin embargo un día me vi con la obra de Ignacio Falcones en la mano, 4 ó 5 días más tarde, al igual que en el caso anterior, llegué a su conclusión con un mucho mejor sabor de boca.

El estilo narrativo es mucho más directo y llano que el de Ken Follet en "Pilares", eso no le priva de elegancia, por poner un ejemplo, por mi cumpleaños Gema me regaló "Tokio Blues", de Murakami, que me pareció una obra maestra y la sencillez y fluidez de su narrativa, me recordó no pocas veces a la de Ismael Falcones, no obstante la profundidad de Tokio Blues, no tiene nada que ver con el argumento mucho más llano de "La Catedral del Mar"

El argumento es entretenido y en su contexto se construye una catedral... esa y la época contextual, es la única similitud con "Pilares de la Tierra". La Catedral del Mar sigue su propio rumbo y aunque el argumento peca también de culebroniano, a mi entender lo hace sin los excesos y el regodeo en el que cae "Pilares".

Como conclusión final, es un libro que cumple con su función de entretener, bien ambientado y que, metidos en harina, engancha hasta su desenlace final. Está muy bien escrito y al contrario que en "Pilares" el autor no se recrea demostrando lo bien que escribe en descripciones literarias metidas con calzador. El hecho de que su contexto espacial nos resulte cercano: Barcelona, Cataluña, es un plus que le da interés. En su debe, este tipo de argumentos culebronianos son de consumo rápido, no dejan huella y acaban agotando. Definitivamente seré incapaz de leerme un libro de temática similar en mucho tiempo, aunque por supuesto, si me veo leyendo otro libro de Ismael Falcones en un plazo más corto.